lunes, 3 de mayo de 2010

EL PATIO DE LOS PERDIDOS CAPITULOS VI Y VII

QUEDAN TRES DÍAS...¿QUIÉN SALDRÁ EN LA NOVELA?? PRONTO LO DESCUBRIREMOS...

CAPITULO VI


Mi madre es un tesoro, la verdad, lo que pasa que a veces me sigue tratando como un niño chico. Yo me enfado cuando pasa eso, pero tengo razón, ya voy a cumplir 12 años y me tendría que dejar hacer más cosas. Más de un día tenemos peleas por eso. Mi padre dice que soy todavía muy pequeño y que ya tendré tiempo de hacer todo lo que quiera. Ese tema es mejor dejarlo porque sino no acabaría nunca. Además, en el fondo sé que tengo la batalla perdida porque al final no habrá manera y tendré que conformarme con la idea esa de mis padres, esa de que todo a su debido tiempo. Llevo escuchando esa cantinela desde hace años ya. A ver cuando cambian la frasecita.

Bueno a lo que voy, lo mejor de todo son los fines de semana. Cuando me levanto el viernes, lo hago con otra cara, completamente distinta al resto de la semana. Salgo de mi casa con una sonrisa y voy pensando en lo que será el fin de semana, Todo el día tranquilito, jugando a lo que me apetezca, sin agobios de tareas ni controles. Bueno esa es otra. Mi madre llega el viernes por la tarde antes de irme al colegio a jugar y echar un rato con mis amigos y me dice:
-Vicente yo no te digo nada, pero si te quitaras las tareas el domingo no tendrías que estar agobiado diciendo que no te da tiempo.

¿Entendéis lo que os decía? otra vez tiritos (jeje). Las madres son así, ya lo he dicho, encima tienen razón. Pero es que se me hace muy pesado ponerme con las tareas. El viernes toca descansar digo yo. Además, después de que nuestro tutor siempre pone los controles los jueves y viernes, yo acabo derrotado.

CAPITULO VII

Incertidumbre y desasosiego. Se entrecruzaban los sentimientos mientras nos dirigíamos calle arriba. Borja paseaba despacio, relajado, como si el tiempo no existiese y nadie nos estuviese mirando. En cambio, tanto acontecimiento extraño en el día me había hecho crearme una especie de atontolinamiento difícil de explicar. Así, lo primero que se me pasó por la mente lo solté:

-¿Tú también deberías estar en clase ahora? Si alguien que nos conoce, nos ve… ¿qué diremos?

-Ja, ja, ja, ja –Borja soltó una gran carcajada y sus pequeños ojos se convirtieron en unas delgadas líneas sobre su rostro. Tenía unos rasgos asiáticos, como si fuera japonés o chino, o de algún sitio de esos.

Después de la carcajada, me miró con benevolencia y echando su brazo por encima del mío, como si de un amigo de toda la vida se tratase, me dijo:

-Chaval, aquí no hay nadie, solamente estamos nosotros, nadie te
va a ver. Nadie te va a reñir por faltar al colegio.

¿Cómo puede ser eso? ya perdí los nervios definitivamente, no sin antes comenzar a llorar. Mis lágrimas caían sobre mi cara y con algo de dificultad iba gritando y reprochándole al pobre Borja:

-¿Por qué yo?, ¿por qué me ha pasado a mí esto? No entiendo nada… ¿Por qué que estamos solos, tú y yo? ¡No puede ser! Mis padres nunca me dejarían solo. Además, todo esto no tiene explicación. Estamos en Córdoba y todo sigue igual. Nada ha cambiado, salvo el colegio. ¿A qué viene todo esto?

No sé si me entendió bien Borja, ya que todo lo que había comentado estaba enturbiado por las subidas y bajadas de tono en mi voz mezcladas con mi llanto.

-Tranquilo muchacho -dijo Borja- Yo he pasado por esto ya y estoy puesto en tu camino para ayudarte aunque no sé bien cómo hacerlo. Comenzaré por explicarte todo lo que me pasó a mí y quizá así pueda ayudarte a recordar algo, a la vez que tú también me puedas ayudar.

-Pero… ¿Tú por qué estás aquí? ¿Qué has hecho?—dije.

-No se trata de lo que he hecho hoy. Te explicaré toda la historia. Si quieres saber lo que ha ocurrido hoy, mira, es sencillo. Igual que tú, me he levantado esta mañana sobre las ocho menos cuarto de la mañana. Mis padres se van a trabajar antes. Mi hermana pequeña está en otro colegio y se la llevan ellos, ya que estudia en un colegio en las afueras de la ciudad. Al salir de casa, me he dado cuenta de que me faltaba la carpeta con los apuntes de Literatura y he tenido que volver porque tenía un examen de Literatura a primera hora. Subí las escaleras del bloque y cuando bajé…

-Espera, espera, perdona que te interrumpa Borja -dije mucho más relajado después de haberme desahogado- Creo que empiezo a recordar más cosas.

Empecé a acelerarme hablando, estaba como una moto, como si sólo yo dijera cosas interesantes y sin darme cuenta de que había cortado la conversación a Borja, pero es que sentían ganas incontrolables de explicarle que había visto la luz que todas mis teorías e hipótesis juntas: el papel que me encontré en el solar, (antiguo colegio) estaba escrito por Don Ricardo, profesor del colegio de Literatura, bueno Lengua, pero así se llama en Secundaria. En el papel podían leerse frases que decían que tenía que comprender, pensar por mí mismo y buscar la llave. ¿Tendrá que ver eso con tu examen de Literatura?

-¿Quién es tu profesor de Literatura? -le pregunté a Borja.

-Pues Don Ricardo, chaval, el mismo que el tuyo da clase tanto en Primaria como en Secundaria; tiene el horario dividido entre las horas que da en E.S.O y las que da en tu curso. Solamente imparte Lengua en una clase de Primaria. Es el primer año que coincide en los dos niveles, supongo que debe ser complicado.

-Eeeeee… ¡eureka! ¡Ves! ¡Ya tenemos algo! -le sugerí a Borja con una sonrisa de triunfo, como el que acaba de marcar un gol extraordinario, completamente orgulloso del hallazgo que había realizado

-¿Vicente?, Vicente me has dicho que te llamabas, ¿verdad?

-Sí, sí -repuse yo.

-Si me dejas explicarme y no me cortas más la conversación quizá te enteres de qué va esta película, ¿entiendes?- sentenció Borja.

Sus palabras iban marcadas con algo de rabia contenida. Mis mejillas se enrojecieron en un santiamén. Evidentemente, había actuado como un desaprensivo, sin escuchar nada de lo que me quería contar Borja, como cuando en clase estoy con la mano levantada antes que el profesor acabe de explicar. Entonces, agaché mi cabeza resignado y asentí:

-Te entiendo Borja, prosigue, debo aprender a escuchar mejor.

-No pasa nada muchacho -ya había cambiado esa rabia por un tono más pausado-. Te cuento, escucha con atención: tengo 16 años y estoy repitiendo cuarto de E.S.O. Nunca he contado a nadie lo que te voy a decir. De hecho, lo tomé como un sueño, una pesadilla algo larga, pero que se resolvió de la mejor manera posible. Cuando estaba en sexto de Primaria como tú estás ahora, también me dio clase Don Ricardo. Impartía la asignatura de Lengua como hace en tu clase. Al final del segundo trimestre, mis calificaciones estaban siendo desastrosas en varias asignaturas y las probabilidades de repetir curso eran bastante altas. El caso era que yo no encontraba mucho interés en el estudio a pesar de la insistencia de mis padres en que estudiase diariamente e hiciese los ejercicios. Pero yo no acaba de encontrar nada que me diera aliento para salir adelante.

-Un día Don Ricardo propuso un libro voluntario –continuó explicando Borja-. A todos los alumnos que se lo leyesen les subiría un punto en la nota final, en junio. La verdad es que a mí lo de leer no me va demasiado. Nunca me gustó y además, cuando sólo había leído el prólogo, ya estaba pensando en otra cosa, y el libro acababa encima de la mesa. Así es que mi madre, una de las veces que me vio intentando leer el libro, me dijo: “¡Como vas a concentrarte si pasas las páginas pensando en las musarañas!”. Desde luego, hay que ver como nos conocen las madres. Sí, mamá, para que te lo voy a negar no sé ni quién es el protagonista estando ya en el tercer capítulo. Entonces, mi madre me aconsejó que hablara con mi profesor de Lengua para explicarle lo que me pasaba y resultó que él tenía la clave para solucionar mi falta de interés por la lectura.

CONTINUARÁ...

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