martes, 11 de mayo de 2010

CAPITULOS X y XI EL PATIO DE LOS PERDIDOS

CAPITULO X


Hay algún grupo más en la clase. No podemos olvidar a las niñas. Aunque algunas forman parte de la asociación bocadillo-rebajas, otras se concentran diariamente en el cuarto de baño. Parece que celebran una reunión o algo parecido. Algunos días Don Rafael tiene que advertirles de que el recreo es abajo y que no estén tanto tiempo ahí dentro. Supongo que hablarán de sus cosas, aunque digo yo, que hay otros lugares para charlar. Pero bueno, ellas sabrán, yo en ese tema no me meto.


También podemos destacar a otro grupo que se sitúa alrededor de la fuente. Allí juegan “a pillar” o algún que otro juego que se inventan en ese momento. Yo no tengo un grupo definido, hay días que prefiero jugar al fútbol y otros días que me junto con los compañeros que juegan “a pillar”.


El día que nos unimos todos y participamos juntos es cuando hay partido de liga. El profesor de Religión ha creado la LFP. No se trata de la liga de fútbol profesional como rezan esas siglas, sino la Liga de Fútbol de Primaria, y esta la formamos los quintos y los sextos. Tenemos nuestro calendario que se cuelga en las carteleras de los cursos y cada jornada se vive de manera apasionada. Para evitar enfados y peleas se han establecido unos puntos extra por la deportividad. En cada encuentro el equipo más deportivo, es decir, con menos faltas, con menos discusiones… gana puntos. Así, aunque haya perdido su partido, todos los equipos tienen la posibilidad de subir puestos en la clasificación. El objetivo principal es sano: disfrutar y participar juntos como clase, y se está consiguiendo; aunque si ganamos nos alegramos más porque a nadie le amarga un dulce.


Hay días que hasta nuestros profesores juegan con nosotros. Ahora en los recreos no hay muchos problemas, parece que hemos aprendido a disfrutar de estos ratos juntos, sin crear polémicas ni situaciones de conflicto. El año anterior no había recreo que no discutiésemos. Principalmente el problema radicaba en los lugares de juego. Al fondo del campo de tierra hay un pequeño espacio, donde jugábamos al fútbol algunos compañeros y algunas niñas querían jugar al voleibol. Después, cuando subíamos a clase, comenzaba el debate con nuestro tutor. Intentábamos llegar a un acuerdo, pero ningún grupo queríamos ceder. Vimos que era imposible, que si no cedíamos un poquito en nuestras pretensiones, nadie podía salir beneficiado.


Todos lo comprendimos y entramos en razón. El tema quedó solucionado. La fórmula era muy sencilla, creamos una imaginaria línea y, a partir de ahí, había que respetar el espacio que pertenecía a los otros.


No tardamos en comprender que más allá de la línea, la diferencia con respecto a la situación anterior era, simplemente, nuestra intención de solucionar el problema y poner de nuestra parte. Todo quedó en agua de borrajas y así seguimos. De hecho, este curso ya hemos cambiado de lugar estratégico. No hay conflictos.


Además, en los grupos de juego, sobre todo en el fútbol, ya hay bastante presencia femenina. Eso, según nuestro tutor, es un logro únicamente nuestro, conseguido gracias a nosotros. También comentó que habíamos madurado y crecido como grupo. Aunque yo sólo veo que ahora ya no nos resulta tan incómodo estar con las niñas de la clase, ni ellas con nosotros. Antes éramos casi enemigos unos de otros.


CAPITULO XI


-Me encantaría, Don Ricardo -no me quedaba otra, o El velero azul, o la incógnita que mi profesor me planteaba.


-¿Y qué libro era? ¿Te gustó? ¿Era un rollo, verdad? -comenté yo tan imprudente como siempre.


-¡Otra vez Vicente! -dijo Borja con una mirada fugaz casi asesina.


- Perdón, Borja, continúa, continúa, no lo he podido remediar. Su cara lo decía todo.


-Como iba diciendo, Don Ricardo se levantó de su asiento, y con una sonrisa enorme, me dijo:


-Va a conocer la mejor fórmula para apreciar el valor de la lectura. Su mundo será la lectura. Su vida comenzará a cambiar en pocos días. Usted tiene la llave para entrar nuevamente de lleno en su vida. Una vida donde los libros serán parte de usted, y usted de ellos. Y por el curso no se preocupe porque estoy seguro de que lo va a aprobar. Pero debe comprender bien todo, el libro le ayudará. Otra cosa, no lo deje por la mitad, es un libro “cortito”, sólo tiene cincuenta páginas. Decida qué día le apetece leerlo y recuerde: si empieza a leerlo debe acabarlo.”


-Y así me dejó- me explicó Borja. Me dio una palmadita en la espalda y me dijo: “qué tenga un buen día, Señor Ramos”.


En un primer momento sus palabras no tuvieron gran sentido para mí. Estaba en una encrucijada, mi madre me iba a preguntar y, si le contaba la verdad, me haría leer el libro. Si no se lo decía, tendría que esconder muy bien el libro porque sino ella me preguntaría y al final sería peor. Así, todo lo fui pensando mientras caminaba hacia mi casa. En el trayecto fueron pasando por mi mente algunas cosas que recordaba de la conversación con Don Ricardo, aunque la más importante, la que me dejó marcado era sólo una.


Si leía el libro me ayudaría a aprobar el curso, sé que no tenía sentido como tal. Para aprobar lo que debía hacer era estudiar, estudiar y estudiar, no leer pegos de detectives o de investigadores, pero la idea de pasar curso y no repetir era lo que más me empujaba a cumplir.


Al menos Don Ricardo lo estaba intentando, me estaba estimulando para aprovechar lo que quedaba de curso. Justo antes de llegar a mi calle lo tenía todo decidido. Lo haría, le comentaría a mi madre toda la charla y buscaría esa semana un día para comenzar la lectura.


-Perdona, sé que no te voy a dejar acabar pero me veo en la necesidad de interrumpirte. Por favor, por favor- supliqué a Borja.


-Dime Vicente, venga pero no muchas preguntas, rápido que sino no voy a poder acabar nunca. Aunque tienes tiempo, tampoco es necesario perderlo de esta manera, sino nunca descubrirás por ti mismo lo necesario para tu nueva vida.


-¿A qué te refieres? – le pregunté a Borja.


-Nada, nada venga, dispara.


- Vamos a ver, lo de que tu mundo será la lectura me lo dijo a mí también Don Ricardo, creo que casi todo lo tengo ya claro, aunque me faltan algunos detalles, te voy a dejar seguir hablando, además estoy convencido que el libro que te prestó puede ser el mismo que a mí - la seguridad en mis palabras era máxima la luz al final del túnel estaba empezando a verse ya.


-No creo Vicente, aunque según lo que me dices ya estás en disposición de seguir escuchando mi historia. Cuando la acabe, creo que sabrás qué pasos debes tomar para volver a tu mundo diario. Ahora mismo, como ya habrás podido observar, has entrado en una estancia diferente, todo es casi como la realidad, aunque debes descubrir la manera de salir de esto y volver a tu día

a día.


-¿También dejaste el libro que te prestó Don Ricardo a medias? – me preguntó Borja.


-¡Claro! ¡Cómo no había caído en eso antes! Por eso dijiste antes que conocías esta experiencia: tú tampoco acabaste de leerte el libro y has pagado como yo lo estoy haciendo ahora el precio por ello. Pero, ¿por qué has vuelto?


-Esa pregunta la contestarás tú mismo cuando me dejes continuar explicártelo todo.

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