miércoles, 19 de mayo de 2010

EL PATIO DE LOS PERDIDOS CAPITULO XIV y XV

CAPITULO XIV

Hablaros de cómo estamos en clase es bastante fácil, supongo que todos habéis pasado por estos momentos. Hay una gran variedad, los maestros piensan que se dan cuenta de todo, nosotros a veces les hacemos creer que sí, sobre todo por el bien de la clase, es fundamental la discreción, aunque ese concepto algunos no consiguen tenerlo claro, son a los que vulgarmente se les conoce como chivatos. En mi clase no hay muchos pero de vez en cuando aparecen y toman la palabra, afortunadamente casi todos nuestros maestros los conocen y no confían ciegamente en ellos.
Ahora que están los maestros de prácticas es más complicado el tráfico de papelitos, ese mercado es único y exclusivo de las niñas, nosotros esporádicamente participamos, unos más que otros pero normalmente tomamos el papel de meros correos, es decir, manos ágiles que llevan la mercancía de un lugar a otro de la clase. Como os decía, ahora es más complicado, aunque paralelamente a ese mercado también toma fuerza el lanzamiento de gomas, bolígrafos, tizas, etc. Práctica antigua y habitual en toda clase que se precie.
En estas semanas, con tres maestros dentro del aula es difícil todo este tipo de entretenimiento, salvo que nuestro tutor, que está organizando el viaje de fin de curso, se ausente de clase, entonces toman fuerza nuevamente nuestros entretenimientos, pues aunque no deberíamos aprovecharnos tanto, los maestros de prácticas no nos riñen tanto y si lo hacen muchos de mis compañeros no le hacen mucho caso.


CAPÍTULO XV
-Me quedé unos minutos dando vueltas por el salón, me acerqué a la cocina a beber un poco de agua. Había sido una situación algo comprometida (aunque mucha gente pueda pensar lo contrario). Cada uno tiene una forma de ser, yo soy tímido por naturaleza y estaba aprendiendo a aceptarlo.
Cuando volvía de la cocina, recordé que había dejado algo pendiente. ¡El libro!... el libro estaba encima del escritorio, con un separador que me regaló un compañero de clase, abierto por las primeras páginas. Llegué a la habitación y me quedé mirando al libro. Me llegaron a la memoria las palabras de Don Ricardo, cómo me había dicho, por activa y por pasiva, que por nada del mundo dejara el libro a medias.
Sólo habían sido diez minutos, no creo que fuese para tanto, me decía a mí mismo, pero no acababa de tener tranquila la conciencia, siendo sincero, no había cumplido lo que me dijo.
Cuando aún estaba dudando entre seguir el libro o dejarlo para más adelante (ya que había desobedecido al profesor, darían igual unos minutos, que unas horas, me consolaba con esta reflexión movido por la pereza). Me encontraba en la disyuntiva de dejar el libro o continuar la historia del chico de sexto de primaria.
-Y elegiste dejarlo, ¿me equivoco? –saltando como un resorte, le pregunté a Borja.
-Efectivamente, Vicente, esta vez acertaste. Pero me ayudó a tomar la decisión una circunstancia concreta. Mi madre se acercó a mi habitación y me dijo: "Venga, Borja, ve vistiéndote que nos vamos". ¿Nos vamos?, pregunté yo alucinando. "Claro hijo mío, ¿no te pregunté la semana pasada qué día te venía mejor para ir a comprar la ropa de la boda de tu primo? Tú me dijiste, que el lunes, que los martes no tenías casi nunca controles", insistió mi madre.
Yo odiaba ir a comprar ropa, eso de probarme tantas cosas, y tantas veces. Estaba deseando que mi madre me dejara ir sólo a comprarme la ropa y no tener que esperar tanto tiempo. Me cansaba, siempre decía que si me gustaba tal pantalón, tal camisa, que me los probase bien, una talla, otra, otra, y si protestaba, peor todavía, era infernal.
Una de las cosas que menos me gustaban hacer, ir a las tiendas. Pero no había manera de escapar" Así que, el libro, definitivamente, se quedó por las primeras páginas, abierto, esperando mi llegada. Allí, familiarizándose con los demás objetos del escritorio: el estuche del colegio, el mp3 y las cartas de los fichajes de la Liga.
Llegué ya tarde a casa, me duché, cené y a la cama. Concilié fácilmente el sueño, para nada pensé en el libro ya, ni siquiera en las consecuencias negativas que me había advertido Don Ricardo.
Cuando desperté, me encontré una situación surrealista, por ponerle un calificativo. No desperté en la cama, abrí los ojos y comprobé que estaba apoyado en la pared de un solar. Pude distinguir, antes de frotarme los ojos, que se trataba de nuestro colegio. En un primer momento, pensé que era una pesadilla, la ropa que llevaba puesta era la misma que llevaba esa tarde, cuando estaba leyendo el libro.
Parecía cómo si hubiese dormido apoyando la cabeza en la parte más lejana del solar, en la pared más alejada del campo de arena. No conseguía despertar, incluso me di unas "tortitas" en la cara a ver si conseguía salir de mi asombro, imposible, fueron unos momentos dramáticos, una sensación de agobio impresionante.
No sabía como reaccionar, para más sorpresa, al levantarme del suelo, me percaté que llevaba algo en el bolsillo de atrás del vaquero. Lo saqué y te imaginas lo que era Vicente…
-¡El libro, el libro, el libro!!! -grité desenfrenado.
-Bien, muy bien -contestó Borja, con una tranquilidad pasmosa, como si estuviese esperando mi respuesta-. Efectivamente, cogí el libro, sumido aún en el desconcierto, me puse a caminar hacia la calle, había comprendido rápidamente que el solar del libro, coincidía en su descripción con el solar que, existía, en ausencia de nuestro colegio.
No había dado más de cuatro pasos, cuando abrí el libro por la primera página. No puedes imaginar lo que leí. Comenzaba diciendo:
"No tengo problema en presentarme, soy Borja, tengo 12 años y estudio sexto de primaria…"
Sólo pude leer esa frase, cerré el libro de la misma manera que cierras la puerta a un extraño, eran sentimientos que nunca había vivido. Miedo, terror, ¡no sabes lo mal que lo pasé!
Me guardé el libro en el bolsillo de atrás del vaquero, salí corriendo, espantado, de esa zona del solar. Llegué a la calle, la carretera, desde la acera intenté divisar la presencia de alguna persona. Nada de nada. Ni un alma, sería la hora de entrada al colegio, más o menos sobre las nueve de la mañana. No es que esta zona sea céntrica, pero siempre hay mucho movimiento de personas, coches, comercios, bares, etc. Pues nadie, nadie a quién preguntarle, eso me hizo sopesar y volver a darle bastante fuerza a la idea de que todo era producto de un sueño, un sueño bastante disparatado.
Una vez llegado a este punto, la curiosidad se adueñó de mí. Visto lo visto, no podía buscar más allá de lo que tenía cerca. Así que, ni corto ni perezoso, me volví a adentrar en el solar. Me senté en el suelo, saqué el libro, y comencé a leer.
Era sorprendente. Estaba leyendo y me "bebía" literalmente las páginas, eran cincuenta, pero me parecieron muchísimas menos.
Aunque lo más sorprendente no fue eso, sino que la historia del libro, ¡era mi propia historia! Mi vida llevada a un texto. Hablaba en primera persona e iba desgranando, con todo lujo de detalles, todas mis inquietudes, mis sueños, mis defectos, mis complejos, etc.
Una gran parte de la historia se basaba en mi situación escolar. Pero sobrepasaba al presente. En el momento que empezaba a describir mis problemas escolares, mis notas académicas, continuaba el libro hablando sobre mi futuro. Esa parte era la que más me atraía. Según el personaje, Borja, es decir, yo mismo, gracias a la lectura, superaba el curso, pasaba a Secundaria. Aunque esa parte, que era la parte final del libro, no estaba muy bien desarrollada. Se limitaba a decir que, gracias a la fuerza de voluntad del chico, y al descubrimiento del valor de la lectura, alcanzaba todos los objetivos del curso, sus profesores acababan muy contentos con él, sus padres y su familia también, y lo mejor de todo, él se sentía muy feliz y orgulloso de su progreso. ¿Qué te parece, Vicente?- me preguntó Borja.
-¿Qué quieres que te diga? -contesté yo-. Me dejas de piedra, pero no me puedes dejar así, continúa, por favor.
-Veo que ya estás cambiando chico, ese espíritu indomable de adelantarte a los acontecimientos y a lo que se te cuenta, estás encauzándolo, vas por buen camino. Pues bien, pudo haber pasado una hora, quizá algo más, pero para mí fueron pocos minutos, era la primera vez que me entusiasmaba de esa forma por un libro (es de recibo decir, que se trataba de mi vida, era obvio, pero el entusiasmo leyendo existía, y nunca había hecho acto de presencia en otras ocasiones).
Cuando estaba concluyendo la lectura del libro, quedaba una página en blanco para finalizarlo, el texto hablaba sobre cómo había podido salir Borja de la situación que se encontraba, era una especie de conclusión o de agradecimiento por todo lo bueno que le había sucedido, pasé página y… la última página estaba en blanco.
No me lo podía creer, la única esperanza que tenía, o eso creía en un primer momento, la esperanza de que el libro me diese alguna solución, de que me ofreciera algo con sentido en todo esto, se disipaba.
No puedo explicarte cómo llegó a mis manos, supongo que igual que el libro llegó a mi bolsillo, sin explicación alguna, al notar un pequeño objeto, en uno de los bolsillos delanteros del pantalón, se me encendió la bombilla, la luz llegó como por arte de magia, la imaginación, normalmente de vacaciones cuando estoy en clase, acampó en mi cerebro.
-No te entiendo, Borja –mi interrupción no se debió a la impaciencia, sino a que no comprendía lo que me quería explicar Borja.
-Perdona Vicente -me dijo-, me estoy dejando llevar y puedo estar liándote un poco, te lo aclararé. Fue una idea ingenua, propia de un niño, pero… ¡bendita ingenuidad! Saqué el bolígrafo que llevaba en el bolsillo.
Sin dilación, comencé con naturalidad a escribir la página en blanco. En el fondo, pensé, el libro era sobre mí pues, ¿quién mejor que yo para acabarlo?
No sabía si todo esto era un sueño o no, no me quedaba del todo claro todavía, así que, para curarme en salud, escribí lo siguiente en el libro:
"Y agradezco principalmente a mi profesor de Lengua, Don Ricardo, que me prestase un libro, me ayudó muchísimo. Consiguió, (ahí empezó mi historia, mi mentirijilla, mi llave para volver a la vida diaria) que por mi cabeza asomaran cantidad de ideas sobre la lectura, hasta soñé que mi colegio se convertía en un solar, que me encontraba sin nadie, como perdido, pero gracias a Dios sólo fue un sueño, un sueño que me hizo caer en la cuenta de que la lectura, debe ser muy importante en la vida de las personas, que solamente hay que saber dejarse llevar, acercarse a un libro como si contase nuestra propia historia.
Así he aprendido a valorar la lectura, y ese ha sido el gran secreto que me ha hecho poder sacar mi curso y progresar en mi colegio. Fin."
-¿Cómo? -solté yo-. No era una pregunta, más bien era el asombro el que me hacía preguntar, porque había escuchado perfectamente lo que me había contado Borja.
-Pues lo que te cuento -afirmó Borja-. Hasta hace poco tiempo, todavía me planteaba, si había sido un sueño, un sueño dentro de un sueño, algo rocambolesco, o si era cierto, si en verdad lo que me había sucedido, del libro, del colegio y todo lo demás, pertenecía a la realidad.
Pero estando nuevamente aquí, me da que pensar. Más bien, me atrevería a decir que no fue un sueño, digo yo. No sé, nada es imposible, eso es lo único que tengo claro.

CONTINUARÁ...

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